
Podcast Cultura Bogotá con Santiago Rivas: cultura ciudadana basada en la confianza y la cooperación
Cultura Bogotá es el podcast semanal de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, bajo la conducción de Santiago Rivas. En esta entrega, se habla de la urgencia de incluir más voces en los medios para afrontar desafíos sociales y Luis Felipe Calero reflexiona sobre la evolución de 30 años de política de cultura ciudadana.
Las voces del periodismo cultural en Colombia
Santiago Rivas inicia su editorial con una crítica profunda a la precariedad actual del periodismo cultural en Colombia, señalando cómo, a pesar de vivir en un país con una riqueza cultural inmensa y ciudades con presupuestos generosos para la cultura, hay una alarmante escasez de voces que narran y analizan lo que ocurre en ese ámbito. La desaparición de espacios tradicionales, como la salida de Julio César Guzmán de El Tiempo, y la imposibilidad de muchos periodistas culturales de encontrar empleo o de posicionarse en medios importantes, revela una crisis estructural. A esto se suma el peso de los algoritmos digitales, que homogeneizan el contenido y sofocan la diversidad: “Un algoritmo que parece que está constriñendo la posibilidad de hablar de cosas más complejas o de hacer contenidos más largos, de hacer el video que a usted se le dé la gana y que, en cambio, está tratando de unificar y dejar completamente homogeneizado la producción de contenidos”, afirma Rivas.
Frente a esta realidad, Rivas defiende la diversidad como un valor esencial, no sólo en términos de inclusión, sino como pilar indispensable para la construcción de sociedades verdaderamente culturales. La diversidad de voces, miradas y formatos es, para él, condición necesaria para que exista una cultura viva, capaz de generar conversación y conexión. Llama entonces a los medios a asumir su responsabilidad, a invertir con compromiso en el periodismo cultural, y propone rescatar formas alternativas de comunicación como el fanzine o el blog, en un intento por recuperar espacios para la expresión creativa. La cultura, concluye, no es un lujo ni un adorno: es una necesidad vital, una estructura fundamental de nuestras vidas sin la cual no podríamos vivir ni relacionarnos con los demás.
La evolución de una política de 30 años
Desde su origen en los años noventa, la cultura ciudadana en Bogotá ha evolucionado de campañas simbólicas y performativas hacia una política pública sustentada en análisis de datos y metodologías participativas. Bajo el liderazgo de figuras como Antanas Mockus, las primeras iniciativas buscaban fomentar el civismo a través de gestos llamativos y educativos. Con el tiempo, esta estrategia evidenció la necesidad de incorporar enfoques más flexibles que respondieran a los cambios demográficos, tecnológicos y sociales de la ciudad. En palabras de Luis Felipe Calero, “la ciudad cambia, y por ende este enfoque también debe cambiar”: una reflexión que marca el paso de un modelo unificado a uno adaptativo, capaz de integrar aprendizajes de cada localidad y de usar evidencia para tomar decisiones.
En las tres décadas de implementación, la Subsecretaría de Cultura Ciudadana ha consolidado una estructura organizacional que articula laboratorios de transformación cultural situados en diferentes localidades. Proyectos como Barrios Vivos ejemplifican esta transición: en Kennedy, Bosa o Chapinero, se establecen equipos de trabajo con líderes vecinales para identificar retos específicos, diseñar soluciones colaborativas y monitorear resultados. Este modelo de intervención situada demuestra que las acciones locales, si bien partieron de una visión macro, requieren de adaptaciones para generar impactos duraderos y pertinentes.
Actualmente, la política de cultura ciudadana incorpora herramientas de ciencias del comportamiento y análisis de indicadores, lo que permite prototipar iniciativas de bajo costo y ajustarlas conforme a los resultados obtenidos. La evolución de esta política ha consolidado un aprendizaje constante: reconocer fracasos, rediseñar estrategias y celebrar éxitos, en un ciclo de mejora continua que sostiene la relevancia y efectividad de las intervenciones.
La confianza como motor de la acción colectiva
La confianza institucional e interpersonal se ha identificado como el factor clave para el éxito de cualquier política pública en materia de cultura ciudadana. Según la Encuesta de Indicadores de Cultura Ciudadana 2023, la mayoría de bogotanos percibe altos niveles de corrupción en la administración, lo que genera desconfianza y dificulta la cooperación ciudadana. Frente a este escenario, Calero enfatiza que “la cultura ciudadana no tiene sentido si no hay confianza. La confianza es el habilitante de la acción colectiva”, subrayando la necesidad de construir espacios de diálogo y transparencia.
Para reconstruir la confianza, la Subsecretaría promueve mecanismos de rendición de cuentas y participa en escenarios de deliberación donde gobierno y ciudadanía comparten datos, avances y retos. Iniciativas como los laboratorios de información cultural abren canales directos para que los ciudadanos puedan conocer el impacto de las intervenciones, dar retroalimentación y proponer mejoras. Al mismo tiempo, campañas de comunicación clara y de acceso abierto a indicadores públicos buscan desmitificar procesos y fortalecer el vínculo entre el Estado y la comunidad.
La recuperación de la confianza también se apoya en la construcción de redes de solidaridad y corresponsabilidad. La metáfora de “Bogotá, casa nacional” invita a concebir la ciudad como un hogar colectivo, donde cada habitante tiene un rol activo en el cuidado del espacio común. Esta narrativa refuerza la idea de que, más allá de los discursos institucionales, es la acción compartida —la limpieza de parques, el uso responsable del agua, la participación en actividades culturales— la que demuestra la capacidad de la sociedad para cooperar y generar confianza mutua.
Visión hacia 2038
Al proyectar el horizonte del año 2038, Luis Felipe Calero imagina una Bogotá que haya logrado consolidar su diversidad como un activo estratégico. En esta visión, los programas de cultura ciudadana serán espacios de co-creación donde gobiernos locales, organizaciones comunitarias y ciudadanos colaboren de forma continua para diseñar y ajustar políticas. La tecnología jugará un papel clave, no solo como canal de difusión, sino como herramienta para la recolección de datos en tiempo real y la retroalimentación permanente.
En el futuro, la infraestructura urbana —desde el metro hasta los parques— estará acompañada por estrategias culturales que promuevan comportamientos sostenibles y cívicos. El reto del estrés hídrico, la gestión de residuos y la movilidad se abordará a través de proyectos integrados que sumen educación, incentivos y arquitecturas institucionales adaptativas. La cooperación con expertos internacionales, que hoy se nutre de las ciencias del comportamiento, se mantendrá vigente, enriqueciendo la política con experiencias globales contextualizadas a la realidad latinoamericana.
Finalmente, la Bogotá de 2038 será un espacio donde el reconocimiento del otro y el respeto por la diferencia estén incorporados en el ADN ciudadano. La cultura ciudadana no será vista como un conjunto de campañas, sino como un proceso dinámico de construcción de acuerdos, gobernanza compartida y confianza mutua. En palabras de Calero, “me imagino una ciudad que coopere más y mejor, donde habitemos con respeto nuestras diferencias”: un llamado a hacer de la convivencia cultural no solo un ideal, sino la práctica diaria de todos los habitantes de la capital.
Este episodio de Cultura Bogotá con Luis Felipe Calero, reafirma el compromiso de la ciudad con una cultura ciudadana basada en la confianza, la evidencia y la participación activa. Te invitamos a suscribirte al podcast, compartir tus comentarios y seguirnos en redes sociales para ser parte de la conversación. Sigue el próximo capítulo para descubrir nuevas voces y propuestas que nutren el pulso cultural de Bogotá.